martes, 5 de mayo de 2009

Gobierno parásito, destructor de la economía.

“El consumo es la causa final, no la causa eficiente, de la producción. La causa eficiente son los ahorros, los cuales, puede decirse, representan lo contrario del consumo: representan bienes no consumidos.

 

El hombre que consume sin producir es un parásito, ya sea un beneficiario del bienestar público o un acaudalado hombre de mundo.

 

Captar los principios que la rigen es una proeza de abstracción. Aquí es donde fracasan los vínculos conceptuales de la capacidad de integración del hombre: la mayoría de la gente es incapaz de captar el funcionamiento de la economía de su ciudad natal, y mucho menos del país o del mundo.

 

La complejidad del sistema sirve, ocasionalmente, como un refugio temporario para las operaciones de algunos individuos sospechosos. Todos sabemos que hay manipuladores que no trabajan, pero llevan una vida de lujo obteniendo un préstamo, que reembolsan obteniendo otro préstamo en otra parte, que pagan consiguiente otro préstamo, etc. Sabemos que esa política no puede seguir para siempre, que eventualmente llegará a su fin y colapsará. ¿Pero qué ocurre si ese manipulador es al gobierno?

 

El gobierno no es una empresa productora. No produce nada. Con respecto a sus funciones legítimas, que son la policía, el ejército y los tribunales, presta un servicio necesario a una economía productiva. Cuando un gobierno sobrepasa estas funciones, se convierte en destructor de la economía.

 

El gobierno no tiene otra fuente de recursos que los impuestos pagados por los productores. Para librarse (transitoriamente) de los limites fijados por la realidad, inicia un proceso de créditos fraudulentos en una escala con la que el manipulador privado no podría siquiera soñar. Le pide dinero prestado a usted mañana, que debe ser repagado con el dinero que le pedirá prestado de usted pasado mañana, etc. Esto se conoce como el “financiamiento del déficit”. Se hace posible por el hecho que el gobierno corta la conexión entre los bienes y el dinero. Emite papel moneda, el cual se utiliza como un cheque sobre bienes realmente existentes, pero ese dinero no está respaldado por ningún bien, ni por oro ni plata ni por nada. Es una promesa de pago que la entrega a usted a cambio de sus bienes, para ser pagada por usted en forma de impuestos obtenidos de su producción futura.

 

¿A dónde va su dinero? A cualquier lugar y a ningún lugar.

 

Primero va a establecer un sistema de consumo subsidiado, una clase de “bienestar” para aquellos que consumen sin producir, un callejón sin salida impuesto sobre una producción restringida.

 

Luego, el dinero va a subsidiar a algún grupo de presión a expensas de otro, a comprar sus votos, a financiar algún proyecto concebido por el capricho de ciertos burócratas o de sus amigos, a pagar por el fracaso de ese proyecto, a iniciar otro, etc. Los receptores del bienestar público no son la parte de la carga que pesa sobre los productores. La peor parte son los burócratas, los personeros del Estado a quienes se les otorga el poder para regular la producción.

 

Mientras el gobierno lucha por salvar una empresa del derrumbe a expensas del desmoronamiento de otra, acelera el proceso de manipular sus deudas, intercambiando pérdidas, amontonando préstamos sobre los préstamos, hipotecando el futuro. . . y el futuro del futuro. A medida que las cosas empeoran, el gobierno no se protege a si mismo reduciendo este proceso, sino expandiéndolo. El proceso se globaliza: involucra la ayuda exterior, los préstamos impagos a los gobiernos extranjeros, los subsidios a otros Estados benefactores, los subsidios a las Naciones Unidas, los subsidios al Banco Mundial, los subsidios a los productores extranjeros y los créditos a los consumidores extranjeros para permitirles consumir nuestros productos, mientras tanto, simultáneamente, los productores locales (quienes pagan por todo esto) se quedan sin protección, y sus propiedades son confiscadas por algún jeque de algún agujero pestilente del globo, y la riqueza que han creado, así como su energía, se vuelve contra ellos, como, por ejemplo, en el caso del petróleo del Oriente Medio.

 

¿Piensa usted que una orgía de gastos de esta clase podría ser pagada con la producción corriente? No, la situación es mucho peor.

 

El gobierno consume la existencia de semillas del país, la existencia de semillas de la producción industrial: el capital de inversión, es decir los ahorros que se necesitan para mantener operante la producción. Estos ahorros no fueron hechos en papel, sino que fueron bienes reales.

“Hoy, la producción es la necesidad más urgente del mundo, y la amenaza de la inanición se propaga a través del globo; los intelectuales conocen el único sistema económico que puede producir una abundancia ilimitada y que lo ha hecho, pero no lo toman en consideración y guardan silencio acerca de él, como si nunca hubiera existido. Es casi irrelevante culparlos por su inoperancia en la tarea de liderazgo intelectual: su pequeñez apabullante.

 ¿Hay alguna esperanza para el futuro de este país? –El contexto es USA-, Sí, la hay. A este país le queda un activo: la capacidad productiva inigualable de su gente. Si se da curso a esta capacidad, y en la medida en que se lo haga, todavía podremos tener la posibilidad de evitar un colapso. No podemos esperar alcanzar el ideal de la noche a la mañana, pero al menos debemos revelar su nombre. Debemos develar a este país el secreto que todos los intelectuales presumidos, de cualquier denominación política, que claman por la franqueza y la verdad, intentan ocultar: el nombre de ese sistema productivo milagroso es capitalismo.”

Ayn Rand, Filosofía: ¿quién la necesita?, capítulo 12. El Igualitarismo y la Inflación. 1974.

 

 

 

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