El Periódico, Editorial. Guatemala.
A pesar de que se dice que vivimos en una democracia, la sociedad guatemalteca es una sociedad controlada, amordazada y aterrorizada, y uno de tantos mecanismos de control y de terror es el deleznable pero eficaz espionaje telefónico y la interceptación de las comunicaciones personales.
Interceptar ilegalmente las comunicaciones en forma burda, a través de instrumentos sofisticados o de la colocación de micrófonos ocultos para escuchar conversaciones privadas, ha sido y sigue siendo una práctica constante en Guatemala.
La justificación ha sido siempre que los gobiernos, especialmente los autoritarios, necesitan defenderse de los ciudadanos, quienes son vistos como conspiradores en potencia. Por ende, los gobiernos necesitan saber con quiénes se comunican algunos ciudadanos y de qué hablan entre sí. Los gobiernos también deben saber quién informa a los periodistas y reporteros y sobre qué temas, quién escribe tal o cual cosa con anticipación y si son o no enemigos del régimen de turno.
También ciertos funcionarios o burócratas están sujetos a control, por la vía del espionaje telefónico o de la interceptación de sus comunicaciones personales.
Contar con información pertinente y oportuna de los ciudadanos con anticipación le permite al gobierno autoritario defenderse o atacar a sus “enemigos” (disidentes, opositores y demás), a través de desprestigiarlos, descalificarlos, destruirlos o encarcelarlos por sedición o conspiración. Entre más información se tenga a la disposición, mejor, porque garantiza un mayor control de la situación.
Como podrá advertirse, no podemos decir que vivimos en democracia mientras existan sistemas de control como el espionaje telefónico y la interceptación de las comunicaciones personales. No podemos decir que nuestra sociedad es de hombres y mujeres libres, mientras el Estado se dedique a controlar a los ciudadanos, por la vía de escucharlos o seguirlos clandestinamente sin ningún control judicial.
La garantía de la inviolabilidad de las comunicaciones y de la correspondencia es un elemento esencial de un Estado de Derecho, que no se está haciendo efectiva al mantenerse este tipo de patético espionaje, que busca controlar a los ciudadanos, someterlos a un régimen de imposición y terror y, si fuera el caso, destruirlos por la vía de la intimidación o de la coacción.
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