domingo, 18 de octubre de 2009

El Marxismo y la muerte.

“En los cinco años que han pasado desde que el ejército ruso invadió la patria de Tomás, Praga ha cambiado mucho: la gente a la que Tomás encontraba por la calle era distinta de la de antes. La mitad de sus amigos había emigrado y de la mitad que se había quedado la mitad había muerto. Ése es un hecho que no será registrado por ningún historiador: los años que siguieron a la invasión rusa fueron años de destierros; la frecuencia de los fallecimientos fue mucho mayor que antes. No hablo sólo de los casos (más bien infrecuentes) en los alguien era perseguido hasta la muerte, como Jan Prochazka. A los catorce días de que la radio emitiera a diario sus conversaciones privadas, ingresó en el hospital. El cáncer que probablemente dormitaba desde antes en su cuerpo floreció de pronto como una rosa. Le operaron en presencia de la policía, que, cuando comprobó que el novelista estaba condenado a muerte, cesó de interesarse por él y le dejó morir en brazos de su mujer.”

“Pero también morían los que no eran directamente perseguidos por nadie. La desesperanza que se había apoderado del país penetraba por las almas hasta los cuerpos y los destrozaba. Algunos huían desesperadamente del favor del régimen, que quería obsequiarles honores y obligarles así a aparecer junto a los nuevos gobernantes. Así murió huyendo del amor del partido, el poeta Frantisek Hrubin. El ministro de Cultura, del que se escondía desesperadamente, lo alcanzó cuando ya estaba en el ataúd. Pronunció ante él un discurso sobre el amor del poeta a la Unión Soviética. Quizá pretendiera despertar a Hrubin con aquel escándalo. Pero el mundo era tan feo que nadie tenía ganas de levantarse de entre los muertos” Milan Kundera. “La insoportable levedad del ser”. 1984.


No hay comentarios: