martes, 1 de diciembre de 2009

Una buena tajada.

“Por su tono de voz, Caris dedujo que se trataba de malas noticias, y su padre debió de intuir lo mismo puesto que respondió:


-Ese tono no presagia nada bueno.

-Nuestro negocio ha ido perdiendo fuelle durante estos últimos años –prosiguió Buonaventura-. Mi familia cada año vende menos género, cada año compramos un poco menos de lana en Inglaterra.

-Con los negocios siempre pasa igual –repuso Edmund-, unas veces van mejor y otras, peor. Y nadie sabe por qué.

-Pero ahora tu rey se ha metido por medio.


Era cierto. Eduardo III había observado cuánto dinero se hacía con la lana y había decidido que una parte debía ir a parar a las arcas de la Corona. Había establecido un nuevo impuesto que consistía en una libra por cada saco de lana. El peso estándar de un saco era de ciento sesenta y cinco kilos y se vendía por unas cuatro libras, por lo cual el nuevo impuesto equivalía a la cuarta parte del valor de la lana, o sea, una buena tajada.


Buonaventura prosiguió:

-Lo peor de todo es que ha puesto muy difícil la exportación de lana de Inglaterra. He perdido mucho dinero en sobornos. No obstante, tal como están ahora las cosas, mi familia no cree necesario que siga visitando las ferias del vellón en Inglaterra…” Ken Follet. Un mundo sin fin.



1 comentario:

elultimodepaz dijo...

Será posible?

Seguro ese Follet miente, los gobernantes son incapaces de tratar de vivir a costa de la gente productiva...

...será posible semejante barbaridad?