He estado interesado en el asunto de
la suerte, en la buena y en la mala. Mi gran amigo Aroldo O., me obsequió el
último libro de don Francisco Pérez de Antón, “Callejón de Dolores”, su novela
se basa en situaciones dadas por el azar, allí escribe: “Nadie entiende los
mecanismos del azar ni cómo encadena los hechos…La vida es una sucesión de
pequeñas casualidades que la naturaleza y los hombres van trenzando de modo
inconsciente hasta dar pie a un acontecimiento imprevisto.”
En Wikipedia dice que “Se llama
suerte a la creencia en una organización de los sucesos afortunados y
desafortunados.” Otro: “La suerte podría describirse como un pensamiento o una creencia de que las cosas, los eventos suceden por azar
y no por causas lógicas o por la acción de uno mismo.”
La investigación de la suerte me va dando luces pero no contundencia
lógica y, se pone más interesante cuanto más indago. Unos le dan tinte racional
otro místico. Unos dicen que suerte es “estar en el momento adecuado y en el
lugar correcto…otros que la suerte llega como respuesta a un destino
predeterminado.”
En la teoría de las probabilidades
hay una aproximación racionalista de la suerte e incluye la aplicación de las
leyes de la probabilidad y creencias en hechos científicos, por ejemplo la
probabilidad que un hecho se pueda repetir, como sacarse el premio mayor de la lotería
dos veces, que al pasar debajo de una escalera te caiga un ladrillo cada vez
que lo hagas, etc.
Otros se refieren a la suerte como a
la conspiración del “universo”. Luego de muchos años de mi vida de navegar en
mar de misticismo religioso, reconozco mucho beneficio al enderezar mi vida a
través del favor y misericordia de Dios –según
entendí-, efecto placebo dicen los psicólogos, nada de malo en el proceso.
Desde hace unos cinco años me he
convertido en racional, me he sumergido en el océano de la razón y la lógica,
en este marco todo hecho tiene una causa razonable y comprobable, caso
contrario se toma como mito, superstición o hechos no comprobados. Mis amigos
escépticos no son científicos sino filósofos, les compartí una experiencia
reciente –entonces-: “En mi dormitorio tenía dos lámparas diferentes entre
ellas, con apagadores mecánicos de distinto tipo cada uno, una noche con mi
esposa nos fuimos a la cama como cada noche, y a eso de las dos de la mañana,
abruptamente se encendieron ambas lámparas simultáneamente, ambos despertamos y
aún aturdidos cada quien apagó la suya, y volvimos a dormir sin prestarle mucha
mente al asunto, a los quince minutos se repitió el hecho”.
Seguro que mis amigos no aceptarían
la causa como fenómeno de orden paranormal, les lancé la pregunta de las
razones físicas y lógicas de lo sucedido, al menos estaba descartado que ni mi
esposa ni yo fuimos los causantes del fenómeno.
Desde hace unas semanas vengo
experimentando hechos encadenados en extremo desfavorables o, de mala suerte,
hechos tan sistemáticos y dañinos que me
dejan un sabor amargo y sensación de
pesar, al punto de preguntarme alguien si la causa podría ser “mal hecho”. Desde
hace años he sido extremadamente cuidadoso con mis decisiones y actos, tratando
de cuidar el detalle para que en lo posible lo que quede fuera de mi alcance se
desencadene como efecto de lo iniciado. Pero mi situación actual rebasa toda
lógica identificable de hechos adversos o de mala suerte.
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